martes, 24 de julio de 2007

Robert Johnson y el Blues del diablo

Robert Leroy Johnson nació en Hazlehurst, Mississippi, en el sur del Delta, el 8 de mayo de 1911, hijo de Julia Dodds y Noah Johnson.

Desde pequeño Johnson mostró interés por la música, primero por el arpa y luego por la armónica. Fue enviado al colegio pero no demostró demasiado interés por el estudio. Un problema en la vista fue la excusa para abandonarlo definitivamente.

Al finalizar los años 20 comenzó a demostrar un gran interés por la guitarra y empezó a frecuentar los clubes en los que observaba con cuidado a los guitarristas de la zona. Robert buscó asesoramiento en un músico con cierto renombre que vivía en Robinsonville. Era Willie Brown, quién trató de ayudar en todo lo que pudo al joven aspirante a músico y le acabó de enseñar los trucos y técnicas de la guitarra. Otro músico de gran predicamento por aquellos años también colaboró con Robert Johnson. Se trataba del legendario Charlie Patton.

En febrero de 1929 se casó con Virginia Travis. Ella quedó embarazada, pero la tragedia castigó duramente a Johnson cuando Virginia y el bebé murieron en el parto en abril de 1930. Ella tenía apenas 16 años. Luego de este duro golpe pareció buscar alivio en la música.

Después de tocar por todo el Sur de los EEUU fue descubierto por Ernie Oertle, quién le presentó a Don Law, representante de una discográfica quién quiso que grabara sus canciones con la mayor brevedad.

Johnson, con su guitarra acústica Gibson semidestruida, realizó las grabaciones de cara a un rincón contra la pared. Una versión sugiere que esto se debía a su timidez, mientras que otra sugiere que Johnson estaba ni más ni menos que aprovechando la acústica del lugar.Éstas se llevaron a cabo el 23, 26 y 27 de noviembre de 1936, en una habitación del Hotel Gunter de San Antonio (Texas) y, posteriormente, el 19 y 20 de junio de 1937, en un edificio de oficinas de Dallas. Son once los discos de 78 r.p.m. que se editaron durante la vida de Robert Johnson, uno más se conoció una vez que la vida del músico se había apagado. Su obra alcanzó las 29 composiciones. De algunas de ellas dejó grabadas varias versiones. Un total de 42 grabaciones se conocen en la actualidad.

Alrededor de este virtuoso bluesman se tejieron cantidad de historias, convirtiéndose en la leyenda del blues por excelencia. La mas difundida es sin duda su supuesto pacto con el diablo: su alma a cambio de la llave que le abrió las puertas al conocimiento musical y a una increíble técnica guitarrística. En concreto, se afirmaba que en su pacto había entregado su alma a cambio de talento y ocho años de vida para disfrutarlo.

Además, en algunas de sus canciones Johnson hace alusiones a ese posible pacto. En "Cross Road Blues", por ejemplo, se habla de un cruce de caminos que muchos consideran como el lugar señalado para su encuentro con Lucifer, aunque no se habla de ningún pacto. Por otra parte, en "Me and The Devil Blues", se dice: "Early in the morning, when you knock at my door/Early in the morning, when you knock at my door/I said Hello Satan, i believe it's time to go".

Muchos de los que conocieron a Robert Johnson personalmente no dejaban de sorprenderse del talento de este joven músico. Los que viajaron y tocaron con él cuentan que podía mantener una conversación en una reunión llena de gente con la radio sonando de fondo sin prestarle aparentemente demasiada atención y al día siguiente tocar nota por nota cada una de las canciones que se habían emitido.

Robert Johnson murió a los 27 años, al igual que Brian Jones, Jimi Hendrix, Janis Joplin, Jim Morrison, entre otras conocidas estrellas musicales. No se conoce realmente ya causa de muerte, se rumorea que en el bar que tocó por última vez habría recibido una botella de whisky sin abrir. Quien lo acompañaba esa noche era nada más ni nada menos que Sonny Boy Williamson en la armónica. Parece que en el momendo que recibe la bebida Sonny Boy lo golpea y le dice: "Nunca tomes de una botella abierta" a lo que Robert le responde: "Nunca intentes sacarme una botella de whisky"

Autor: Santiago Páez Buendía


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